Maestro del Corazón




En el plano celestial
otrora vida terrestre
los Mara se funden con el Devoto.

Bajo esta sin razón da comienzo en el Velo del Bosque.

La escarcha del rocío colapsa, mece su canto en la nariz, recorre las costillas
para escuchar el aullido de los Monos ante la práctica.

Es Maia el adepto al igual que los Monos.
Un hilo imaginario suspende su corteza
solo lo visible calma su espíritu.

También sus manos rinden culto a lo inmanifestado, la boca que habla guarda silencio.

Los Sutras cumplen esta clara función. Permiten corregir la postura donde el ser vibrante despierta su aura.
Con cada exhalación se expulsa un ruido, deja atrás lo que venía con él.

Fatuo abismo en su preciosa palabra. No aparece en él. No duerme en él.

Eso levanta dejando de amar en el amor. Deja hablar al silencio.

Partido en el corazón de la muralla el guía se hace oír por su experimentar, no por su experiencia.


La herencia estira su mano más alla del lenguaje.
Para el ruido de esa memoria
su cuerpo son mis sentimientos

Sabemos del presagio que la tormenta calla.

Vive en la palabra flotante. Liebres curiosas se tienden a su lado.

Con el sabor del durazno el Mono degüella su emoción para dar primacía al instinto.


No te olvides de ti. 

Entonces nadie te olvidará.

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