Mundial poético, día 2

Libros que siguen su destino, persiguiendo una vida que no les pertenece hasta que les es, del todo, ineludible, como el viento se canta en el revés avesado. Quien existe en su interior es nuestro hijo. Cuidado: el pavor a la paternidad trae consigo el tabú de ella. Hacemos estas cosas porque creamos, es placentero hacer que surjan, es placentero surgir para después hacerse ruina y flotar en el ansia vagarosa del principio. Hacemos surgir el primer beso, lo inventamos, después inventamos nuestra primera respiración juntos, y surgimos, como una planta imbricada, como un cielo compuesto de peces. Comenzamos a extraer los recuerdos para volver a principarlos, inventamos nuestra historia, elegimos no construir aquello que no nos coincide, y así el libro desenredándose se asoma a la boca y cae hasta el ano. Allí florece, germina para sostener lo que quede de cuerpo. Soy su progenie. Su descendencia y equilibrio. Soy proclive a obedecerme porque me crío y festejo, me contengo, me amamanto y me traiciono.

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