Publicado por
Manuel Barrios
El librito en el que pienso ahora, Yoga. ¿Cuando comencé a escribirlo? ¿Puedo decir "su escritura ha terminado"?
Con el tiempo los libros despiertan y comienzan una breve militancia.
Te hablan, sospechan. Cuando lo tomas y buscas en la página cincuenta y
cuatro una sentencia que ayudará a despertarlo. Ven a vivir por debajo
del agua. El libro no despierta. No está. Es una piedra en tus manos. No es tuyo. No te reconoce. Cuando en verdad debería conocerte... El libro muerto despierta al poeta vivo.
El Poeta no existe y sin embargo, de todos modos, ese farsante, ese
actor, representa la vida muerta del libro y del poema. Es la muerte
quien estrecha las páginas en sus manos. Sólo en su cuerpo el destino
del libro existe. Éste cede a la vida a causa del miedo de nunca jamás ser leído, no vivir en la mente de nadie. Entonces ahí y sólo en ese
momento el libro me reconoce como el Gozador de las ofrendas y
sacrificios. Como el Soberano Señor de todos los mundos. Amigo de sus
diferentes creaciones. Reconociéndome así, el libro obtiene la paz.
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