MÁSCARA DE ESTRELLA
Aquí
está el dolor.
Aquí
las heridas del desenlace del mundo
por
donde espío a una llovizna humana
bañando
a jardines de plomo antecedentes.
Un
latigazo del viento me tomó de la mano
y
me llevó a tropezones hasta un pequeño médano que se llamaba ven
y mira.
Subí
desenterrando mis piernas de la arena de polvo
y
vi que las estrellas se movían en contorsiones instintivas,
agitando
sus puntas de lado a lado tan veloces
como
un enjambre de bolitas de pan llameante
a
las que les apremia la fuga goteante del tiempo.
Mi
boca petrificó su apertura
y
los colores centellearon calientes
hasta
derretir la porcelana de mis senos
y
las incrustaciones ancestrales del océano de vidrio
donde
yacen los empalamientos
de
los peces pulmonares
y
los poetas muertos.
Una
estrella se hundió en el acero
pero
nunca más la volví a ver.
Entonces
el cielo comenzó a apagarse
hasta
quedar el brillo de la noche
producido
por el fuego de los estornudos
de
dragones mudos que transportan su peste en las cloacas.
Me
desesperé tanto que comencé a cortarme el pelo
para
ocasionar una soga que me sacara de la playa de polvo
donde
ya no se permite el juego con la luz.
Sonó
un golpe mojado en mi espalda
y
acerté una pendiente triangular
entre
tres medanos pequeños
que
también se llamaban ven
y mira.
Con
la paciencia de un tiburón
un
despojo blanco flameó debajo mío
y
llevé mis antebrazos a las sienes.
Cuando
quise decir No
mis
dientes se incrustaron sedosos
y
recorrieron el largo de mis hombros
hasta
dar con mis muñecas
donde
se hunden las bengalas del ahogo.
Justo
en el momento en que el agua empezaba a desagotar
y
mi cuerpo pedía exhalación
la
luz de la pendiente se elevó
y
contaminó de fuego al cielo.
Explotaron
cada uno de los pliegues de las nubes,
y
las cinco regiones de la
figura Cielo.
Hubo
día y noche al mismo tiempo.
Los
dragones se hincaron boca arriba
como
ante una espada
y
oraron por morir junto a aquel espectáculo.
No
sabía si era bueno o malo,
así
que me tiré hacía el triangulo del abismo formado por los medanos
cuyo nombre es ven
y mira
y
sin permitir siquiese que parpadeara el aire
una
calma puntiaguda me tomó por la barriga
y
me llevó hasta los cielos
donde
las estrellas me abrazaron iridiscentes
quemando
las heridas de mi cuerpo.
Evaporando
el agua de mis brazos,
dejándome
ciego.
Nunca
más vuelvas a respirar –
me dijeron
nunca
más vuelvas a creer.
de Hábito (2009)
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