CABALLOS



Caminando por la noche descubrí el lugar de la incineración. La tierra blanda me lo indicó.
El piso era blando, yo me sentía blando. Los huesos se mantenían firmes pero móviles. Esa puerta era el escaparate del olor a incienso (mezcla de madera quemada, piel y miles de formas).
El recuerdo de la declaración me hizo apartarme. Era (a pesar de yo mismo) la tercer persona que intentaba comenzar un libro diferente, una nueva forma de amor.

Cansado del amor, o podía seguir. Las posibles vidas se me parecían más seductoras que la vida que llevaba adelante. O bien, me sentía dichoso de la vida que llevaba y debía soltar, dejarme fugar al más allá.

En la vida inmaterial las llagas conforman una presencia de pasaje, fuga en el vértigo. El vértigo
es un castillo con baldosas espesas, como el bosque. Hay un bosque en la recámara, entre la ropa de cama y el pelo. Esa emancipación que otorgan los ciclos, las eras, las edades. 

- Nuestra Edda, no debería reivindicar. Debería reinventarse, como el sabueso inventa su rastro. Persigue ese rastro. El río empezará a brotar debajo la losa, y tal vez sea una pequeña laguna inventada por monstruos. Nada debería importar más que eso: ubicar lo monstruoso como una categoría posible dentro del mundo o bien borrarla para aceptar el privilegio de la forma por encima de los nombres. La posibilidad de lo monstruoso en nuestra especie insomne ante la fantasía del super hombre, lo sobre humano o cualquier tipo de sueño colectivo y plural.

Lo monstruoso invalida el tiempo, o la transcendencia (transmutación dinámica y brutal). 

En las vidas donde el Caos me pareció verdadero y que sabía dónde estaba solo encontré Caballos. 

Caballos en coma formando un precipicio. 

Era la realización correcta de la maldad. Se insultaba el pormenor de la vida, lo que aferra la forma a su por qué. El lugar del Caos sin por qué era una habitación desordenanda y el borde ardiente de esa habitación.

Ahora salgo de la habitación. Pero su recuerdo me produce asco. Entiendo el eco, de su garganta brotan flores. ¡Entiendo el eco! Es mi deja vu, personal, mi deja vu didáctico. Con el aprenderé a tirarme  de las ramas. Y lo que colgará será lo otro, no la hierba que se prende a mis manos, ni mis ramas u ojos. Ni el gas, ni la emancipación de las cosas, ni el color de las escamas que se funden cuando anochece.

Si el Mar nos da de comer, innegablemente es nuestra madre. Y la tierra, en última instancia, no está nutrida también por el Agua? La tierra absorbe, se regocija en el agua. Su deja vu. Un pintor acechando la idea de los caballos: su pluralidad extinta en los pinceles. El beso pudo ser dado sin dudas, sin interrogación ni sendero. El caballo sufre tanto al lienzo que se escapa de sí. Lejos del blanco, el beso inevitable del vaso contra la mesa. Solo el contacto crea la idea del constrictor bucal: la boca que habla y come. Por el canal del habla los caballos galopan de manera abstracta, por medio de la lengua se los monta. Hay quienes galopan y hablan. O comen peces investidos por un ceremonioso tapado de pantera. Tenedores y cuchillos de madera con extremos de metal. Caravanas, bijutería, pastillas para dormir y despertarse, perder peso, quitar alergías, desacelerar el corazón. Amalgamas, cuerdas de guitarras, piedras, sal, montañas, huesos, aguas. Huesos, cascadas, olas.

¿Dónde está, entonces el corazón, que es el fuego, la llama viva que nos reinventa? O el despertar que está en los ojos y es latir del sitio que nos llama. Dice: te pertenezco, víveme.

Saluda ahora a tu padre Soy tu Padre.
Dale un beso a tu madre Soy tu Madre.
Dale un consejo a tu hemana Soy tu Hermana.
Dale un abrazo a tu Hermano Soy tu Hermano.

Dí Adiós a tu padre Soy tu Padre.
Dí Perdón a tu Madre Soy tu Madre.
Deja en ti caer sus bendiciones, sus augurios, sus desdichas y lamentos. Los golpes irreprochables de los que nadie volvió. La enfermedad, que como un escollo nos recuerda el límite. La gran ilusión con la que una y otra vez sintieron la casa como el título, el lugar del nombre residencia y corazón. La casa como el centro desde donde partir, o a donde llegar, pero también la otra casa, la que te deja perdido en la naturaleza.





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