LA PAJARERA



 


08:30 am
Rodeaba milicos despreocupados. Los turistas instalaban su equipaje en el escalón de la casilla y lograban extraer señales pintorescas. Lo se bajó la ropa hasta las rodillas y se agachó. Los insectos treparon sus tobillos. Sus antenas acariciaron la carne y con la boca royeron las durezas de la vulva hasta hacerla brillar. Éramos felices. Lo arqueaba su cadera. Abría recibiendo órdenes comunicadas por diferenciados roedores y arañas. Los testículos se me empequeñecían. La próstata se me desbordaba. El terreno era propiedad de Lo.

11:00 am
Llegamos frente a una enorme pajarera hecha de polígonos huecos. Había buitres, petirrojos, y teru –terus de toda clase y tamaño, también palomas, gallinetas, canarios, horneros, cotorras, cuervos, picaflores, papagayos, guanacos y gavilanes. La pajarera custodiaba la entrada al camino de pinocha, el bosque de los pájaros visibles. Estaba solo.

11:02 am
Antes de pisar el camino de pinocha las aves comenzaron  a agitarse y era ciertamente poderoso el sonido de sus corazones palpitando al  servicios de  Lo Metí la mano debajo de el aro  hasta dejarlo también latiendo la excavación rodeó mi hombro con su carne. Lo palmeaba mi espalda despacito. Era una dedicación tierna y oficiosa. Su ropa interior guardaba  pedacitos de antenas y restos de pelajes, pero pasar la mano dejarse aceitar por un presente emotivo y maravilloso.


De ARCADE, Telos/Virga, Volumen III, de José Manuel Barrios

Comentarios

Neuzza Pinheiro ha dicho que…
si, si, Manuel Barrios coagula el llanto y asfixia los pajaritos

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