EL BANQUETE [fragmento]







Los árboles habían despertado. Empujaban hacia la costa edificios, comida. Por la ventana trasera de mi vehículo veía sus ramas extendidas hacia adelante, creciendo desmedidamente. La corteza se les rompía hasta que salía una nueva tela, ya no de madera, temblaba. La eternidad era el sueño de estos árboles.  Había terminado. Dormían en la dicha de su quietud.  Mi cuerpo viajaba en una ambulancia a toda velocidad. Me transportaban hacia una clínica donde habría de curarme. Era tan enfermo que parecía una pira de lagartos que envejecía demasiado a aquella velocidad. Me demacraba.

Creo en una tristeza mortal.  Un perfume noble que provocamos para distanciarnos del fuego. A la noche, separando la calma, está el tórax atraído por el corazón de la tierra. La luna. Su luz entra para combustirnos. Seguimos caminando, pero no son las piernas las que nos transportan.


 De PRAGA, Telos/Virga volúmen II

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