Más allá del bien

Al caer el alba
el agua cruzaba sus cordones de hierro
de lado a lado,
y los antiguos señores,
los que viven de sus rentas
se precipitaban alegres
contra las rocas.

Al caer el alba
un embanderado me señaló y perdió su dedo,
las colas contoneaban.
Había balance en el aire,
y en el agua
agua de balance
y hacia el sol se ponía lo claro.

Al caer el alba
cayó un cartel con la palabra carey y dijo
"hace ochenta años
que nadie escribe esto".
Las voces provenían de una pantalla plana
y la gente, embanderada
comía la bandera que les daba de comer.
Yo mecía mano abierta un abanico de carey
y desplazaba para otra vida
la inminente rehabilitación del sol.
Sobre la piedra
los señores eran graciosos
pero en su pecho
las piedras perdían su gracia.

Si viera que en la sequedad y el papel
ellos comen dibujos
de asesinos muertos
y números hereditarios...

Veía una serpiente colgar de un árbol
irradiando calor de concha
relieve de testículos con piel de pollo
a kilometros
claramente una i griega.
Las piedras se rompían
y adentro había carey
predestinado a la pólvora
en la que ambos comulgamos.

Al caer el alba
el cielo rosa solo era cielo
y debajo cielo cian,
y a la izquierda azul de acero,
y el mar plaquetas de hierro balanceándose,
infinidad de plaquets laminadas,
tapas de libros angulados,
regimientos de surcos,
cordones cruzados de lado a lado.

Un abismo oscuro hacia el poniente,
la sangre espumosa en las vaginas del carey,
y el sol
que se había ido
igual dejaba su estela de luz
porque los colores se multiplican
cuando la claridad desobedece la orden de ser divina.



[escrito el pasado 25-10-09, cuando al parecer se había anulado la ley de caducidad]
Foto: Martin Atme