E L I M P E R I O C O N T R A P A J A


Si, necesito confesar algo: me tienen hartos. La tibieza y la estupidez. Los que hacen observaciones idiotas, los que no hacen observaciones. En fin. Será por eso que he decidido no contestar ningún comentario, y que este blog, que ya no es mío (así como nunca lo fue), corra una suerte de agonía y decadencia, que cualquier pretención de cinismo termina por contaminar. Como esa no es mi intención, y busco la verdad cada vez que abro la heladera, solo espero que estén contentos de haber pedido tanto y haberme dado tan poco. También agradezco los que comentan sin ententender lo que leen ya que seguramente sean alumnos obligados de esta pericia policial en busca del hombre humano. Para aquellos que ni comentan ni leen, que se alejan de los monitores y las teclas tengo algo: una performance que ví en la que un hombre extirpaba el corazón de doce tomates y llenaba los cuencos de vino. Con su mano izquierda alzaba el cuenco y cada vez que uno de la platea asentía a tomárselo, él procedía a comerse el corazón del tomate, sucio, desparramado sobre la baldosa marrón y grasienta.
[no hubo uno solo de la sala que no accediera a tomar su vino]
Posteriormente el Sr. comenzó a hablar sobre la nueva performance, la performance post-dadaísta y no se cuantas otras frases dignas de niños judios que se prostituyen en Avda. Brasil y la Rambla.
Sin embargo algo ha quedado en mi corazón: La mentira. Se me ha alojado como una presencia maldita a la cual odio y sin embargo necesito. Las mujeres (a las cuales cada día quiero más pero necesito menos) me han enseñado que un mundo sin mentiras es una amistad imposible, entre la tenuidad de la tarde y el hedor de la madrugada. También a Pablo Galante he odiado estos días: su forma de vagar inquiriendo por la muerte, su afán de no saberse capaz de la violación y el extremo delirio.

Por éstas y otras razones que no vienen al caso, he decidido llamarme al silencio. Me internaré en los próximos meses en una materia de la cual no puedo comentar, ni tampoco describir. No cabe duda que los extrañaré, al igual que a las antenas de insectos haciendo equilibrio sobre los panes abandonados. Pero algo bueno saldrá de todo esto. La impunidad de las clases volverá y podré juntar 950 pesos para suicidarme, y posteriormente, vivir mi vida.

Sin más, y esperando su invaluable colaboración, los saludo Atte.

Su Bloggero amigo

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
si, ya lo sabemos. una y mil veces, ya lo sabemos

quedó bastante claro, suficientemente claro muuuuy claro

tu padre no te quiere bla bla bla


problemas tenemos todos pero no andamos llorando por ahí.
pobrecito

al fin!