HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS: DE LA FASCINACIÓN


- NIÑO BUDA

Lo que seré, lo que haré,
los días venideros lo revelarán.

RAM BAHADUR BOMJON



*

Sí. Esta es la primera imagen.
Tomo el libro con las dos manos, busco la primera página con una lentitud parecida al miedo y miro sobre las palabras iniciales. Son seis. Busco el comienzo de la narración. Pero me veo a mí mismo con el libro en las manos intentando comenzar a leer. Contando las palabras de la primera línea.
Mi nombre será Lector y la primera descripción ha sido la mía.
Esa era la primera imagen.

*

Y cuando hablan de pesadillas me resultan tan estúpidos. Tú sabes que yo estoy en otra parte. Aunque esta historia sea tan triste, y si ahora estoy obligado a escribirla estoy obligado a soñarla y estoy obligado a morirme. Los sueños no tienen nombre, los sueños no significan, los sueños existen.

*

Leer.
Así comienza el viaje, desde el extremo norte avanzando de oeste a este hacia el sur de la página. La tierra es blanca y porosa. Las palabras son animales, personas o cosas que uno se encuentra en el camino y allí comienza la historia.

Árbol


¿Das sombra? ¿vives? ¿existes? ¿de qué color eres cuando hay estrellas en el cielo? ¿te agrada el viento? ¿te sientes solo? ¿te gustan las luciérnagas?
Leer no es ver, sino que imaginar todo lo que tuvo que morir para que esa palabra existiera, todo lo que hay que dejar de pensar para poder pensar en esa sola palabra.
La muerte es una buena forma de pensar, pero demasiado tarde para escribirla.

*

Están preparando una fogata para asar al conejo que encontré anoche. Yo no quiero que se lo coman, pero todos tienen tanta hambre que estaban pensando mandarme al infierno a mí. El conejo es blanco y negro y tiene unos ojos muy grandes. Es gordo y apenas se mueve de tan gordo. Lo que más me gusta de mi conejo es que tiene unos cuernos inmensos y su cola es un matamoscas que ya se quisieran los que viven conmigo porque poco a poco se han ido poniendo más verdes y más duros.

*

Siento que las palabras no me dejan ver lo que hay detrás de ellas, es decir, lo que esconden a sus espaldas.
No me dejo engañar por ellas y leo su secreto.
Más allá hay otro mundo que esconden a la mirada de quien no entiende esto.
Leo sin ver ninguna palabra y olvidándome que el papel viene de los árboles, de los bosques que son las constelaciones de la tierra. Leo cuando siento que no estoy aquí.
No sé lo que busco al leer lo que sé que dirá, conozco a la palabra que sigue a ésta. No se amontonan en mis ojos, las dejo pasar para que ellas también penetren mi secreto.
Me leen como si fuera yo, investigan cada rincón del bosque de mi mente. En el fondo de los ríos, debajo de las piedras, entre los arbustos.
Dentro de mí no hay nada, todo lo que sobra es lo que no debe morir.
La naturaleza es lo más parecido al cerebro humano.

*

Mi conejo se llama Lucifer, no quiero que se coman a Lucifer porque es el mejor amigo que he tenido. El otro día los dos fuimos al campito que está atrás de la casa y Lucifer me preguntó si quería conocer un libro, pero yo le conté que no sabía lo que era un libro porque no sabía leer ni escribir. Entonces Lucifer me mostró su abdomen lleno de vibraciones. Manchitas negras en un cuerpo blanco, blanco, blanco. Lucifer me dijo que eso era un secreto y lo aprendí .

*

El silencio de esta mentira me da que pensar. Mi boca no se mueve, pero sí al comer, al escupir, al tararear una canción. Mis ojos caminan, saltan, esquivan, aplastan ciertas palabras, o líneas, o párrafos.
No es del todo malo.
No hay prisa en terminar de leer.
No espero nada a cambio, sólo haber estado aquí.
Simplemente eso. ¿Es un acto de vanidad?
¿Orgullo?.
No sé. Síntesis.
Algo ha comenzado hace unas páginas atrás. Me da un poco de inseguridad volver al comienzo. No es inseguridad, sino más bien una extraña sensación de perder el tiempo.
Tiempo que nunca hubo.
Quizá deba comer algo o dormir un rato.

*

Ahora ya todos los estómagos están llenos de carne de conejo y sus eructos me son tan recuerdos. Pienso en Lucifer y veo sus huesitos sobre los platos. Los tiran en una bolsa negra y la botan en un gran hoyo que está en la subidita. Espero a que todos se duerman y voy donde Lucifer abro la bolsa y tomo sus huesitos que ahora están más negros. Los pongo sobre un pañuelo, empiezo a jugar con ellos. De mi casa salen a buscarme, escucho que gritan mi nombre. Yo juego con los huesitos, los muevo, los esparzo sobre el pañuelo, los pongo uno encima de otro, los junto, los arrastro. Llegan donde estoy y me preguntan qué he estado haciendo hasta estas horas. Yo les señalo el pañuelo en el que están los huesitos y horrorizados me preguntan por qué escribí LUCIFER.

*

Creo que no debo cerrar los ojos ni menos aun con el libro abierto.
Una de los dos va a perder.
Su silencio es impenetrable. Los cientos de años en el bosque han impregnado las palabras.
Conocen el tiempo de la vida y el tiempo del arrepentimiento.
Leer sólo unos párrafos anteriores. Ahora.
Algo me detiene. Alguien me mira y juzga.
Un ojo me observa desde otra mente.
No se mueve. Lleva meses sin moverse y espera seguir así años.
Se me apareció en esta ensoñación. No es ni hombre ni mujer.
Está aquí en frente mío. No abre sus ojos pero me mira.
Aquí está su nombre. No lo puedo decir yo. Está ahí. Aquí.
Ha aparecido.

Comentarios

laveron ha dicho que…
che! muchas gracias a HH y al "subalegor". No sé si podré ir mañana a Wasabi. Mi intención era comprarle un libro a HH pero los domingos suelo estar con mi hijo. Es el único día que no va al liceo y está completo para nosotros.
Quizás vaya con él pero tiene que acceder.

saludos!
santiago márquez ha dicho que…
Los comentarios de Laveron son los mejores munhá.

Entradas populares